He aquí, bienaventurado es el hombre á quien Dios castiga: Por tanto no menosprecies la corrección del Todopoderoso.
Bienaventurado el hombre á quien tú, JAH, castigares, Y en tu ley lo instruyeres;
Para tranquilizarle en los días de aflicción, En tanto que para el impío se cava el hoyo.
Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra.
Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos.
No deseches, hijo mío, el castigo de Jehová; Ni te fatigues de su corrección:
Porque al que ama castiga, Como el padre al hijo á quien quiere.
Mas siendo juzgados, somos castigados del Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
Y estáis ya olvidados de la exhortación que como con hijos habla con vosotros, diciendo: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, Ni desmayes cuando eres de él reprendido.
Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia á los que en él son ejercitados.