Así Dios le dijo que su descendencia sería extranjera en tierra ajena y que los reducirían a esclavitud y los maltratarían por cuatrocientos años.
“Pero yo juzgaré a la nación a la cual sirvan”, dijo Dios, “y después de esto saldrán y me rendirán culto en este lugar”.
Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;
¿No saben que cuando se ofrecen a alguien para obedecerlo como esclavos son esclavos del que obedecen; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia?
Pero gracias a Dios porque, aunque eran esclavos del pecado, han obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual se han entregado
y, una vez libertados del pecado, han sido hechos siervos de la justicia.
Les hablo en términos humanos a causa de la debilidad de la carne de ustedes. Porque así como presentaron sus miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presenten ahora sus miembros como esclavos a la justicia para la santidad.
Pues no recibieron el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor sino que recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”.