y levantémonos, y subamos a Betel; y allí haré un altar a Dios, quien me respondió en el día de mi angustia, y que ha estado conmigo en el camino por donde he andado.
Pero desde allí buscarás al Señor tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma.
En los postreros días, cuando estés angustiado y todas esas cosas te sobrevengan, volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz.
Pues el Señor tu Dios es Dios compasivo; no te abandonará, ni te destruirá, ni olvidará el pacto que Él juró a tus padres.
En mi angustia invoqué al Señor,
sí, clamé a mi Dios;
desde su templo oyó mi voz,
y mi clamor llegó a sus oídos.
Pero en su angustia se volvieron al Señor, Dios de Israel, y le buscaron, y Él se dejó encontrar por ellos.
Por tanto, no refrenaré mi boca,
hablaré en la angustia de mi espíritu,
me quejaré en la amargura de mi alma.
Danos ayuda contra el adversario,
pues vano es el auxilio del hombre.
En el día de la angustia te invocaré,
porque tú me responderás.
No hay nadie como tú entre los dioses, oh Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Me invocará, y le responderé;
yo estaré con él en la angustia;
lo rescataré y lo honraré;
Este es mi consuelo en la aflicción:
que tu palabra me ha vivificado.
El impío gana salario engañoso,
pero el que siembra justicia recibe verdadera recompensa.
Si eres débil en día de angustia,
tu fuerza es limitada.
Porque tú has sido baluarte para el desvalido,
baluarte para el necesitado en su angustia,
refugio contra la tormenta, sombra contra el calor;
pues el aliento de los crueles
es como turbión contra el muro.
¡Oh Señor, fuerza mía y fortaleza mía,
refugio mío en el día de angustia!
A ti vendrán las naciones
desde los términos de la tierra y dirán:
Nuestros padres heredaron solo mentira,
vanidad y cosas sin provecho.
Hemos procedido perversamente contra ti y no hemos guardado los mandamientos, ni los estatutos, ni las ordenanzas que mandaste a tu siervo Moisés.
Acuérdate ahora de la palabra que ordenaste a tu siervo Moisés, diciendo: «Si sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos;
el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.